viernes, julio 14, 2006

Mi otoño se llamaba Berlín y dejaba crujir sus hojas secas bajo mis botas,
yo las iba juntando de a pedacitos como si fueran pistas,
eso me ayudaba a darme una idea de tu vida,
me figuraba un gran árbol despojado y a vos sentado sobre sus raíces fibrosas:
pesado y barbudo y con unos ojos grandes y oscuros como botones de madera.
En el invierno que te construí
-para que estés cómodo dentro de mis fantasías-
el frío es blanco y se quiebra.
Dentro de tu cueva la luz anaranjada y lacre:
se desprende mitad de las velas, mitad del hogar a leña, donde
arde un tronco de pino que abarca por completo la habitación con su aroma bruto.
Persiste un destello entre azul y verde sobre la mesa
que da a la ventana, donde nieva de manera estereotipada.
También hay una computadora , vos estas sentado enfrente
y tus ojos se barnizan y brillan: sos un oso
que disfruta de leer y drogarse,
a veces te drogas más y cazas menos
cada tanto traes entre los dientes un cuerpo aún tibio.


(aquel viejo poema de amor para Alejo)